17 de octubre de 2014

IMITACIÓN E INOCENCIA

TOMADO DE LA SEGUNDA PARTE DEL LIBRO “MIS RECUERDOS”, ESCRITO POR EL PROFR. RAFAEL MARTÍNEZ MORALES DE IXHUACÁN DE LOS REYES, SE REPRODUCE A CONTINUACIÓN LA PÁG. 53

Mi abuelo Ambrosio solía visitar nuestra casa para hacernos compañía. Eso era agradable tanto para él como para nosotros.

Por aquellos años (1960-1965), no había en Ixhuacán estufas de gas, se usaban las de petróleo o se encendía carbón o leña, para cocer los alimentos sobre un brasero que consistía en un cajón grande con cuatro patas, relleno con escombro, tierra y argamasa. En días de invierno, cuando el frío es más intenso, el abuelo se echaba sobre uno de sus hombros la parte delantera del jorongo que llevaba puesto, y extendía sus manos frente al fuego para calentarlas, volteándolas y frotándolas a intervalos.

Mi hija Lupita que contaría apenas dos años de edad, imitaba a su bisabuelo con mucha gracia poniendo también sus manitas frente al carbón encendido, y las volteaba y frotaba como él lo hacía.

Los campesinos cortaban el monte o acahual en las laderas de la montaña y estando ya seco, lo quemaban para después sembrar maíz y frijol; en ocasiones, estando en el patio de la casa, veíamos cómo ardía a lo lejos la maleza; entonces la niña, acordándose de lo que hacía su bisabuelo, sin que nadie se lo dijera, con la inocencia corta de su propia edad, extendía sus manitas frente al monte que ardía para recibir el calor del fuego.

También, ya cansado el abuelo por la edad y por el trabajo, sufría molestias en su cintura al agacharse cuando recogía algo del suelo, y manifestaba su dolor con un: ¡ay!...¡ay!...¡ay!...¡ay!.

Lupita hacía lo mismo cuando levantaba del suelo alguno de sus juguetes, y lo hacía con gracia y seriedad tan grandes como el tamaño de su inocencia.

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